El poder de una disciplina espiritual ancestral

El poder de una disciplina espiritual antigua – por Robert Stearns

Si bien hay muchas cosas maravillosas que la innovación moderna ha traído a nuestro mundo, dos negativos de la proliferación de la tecnología son la impaciencia y la distracción.

A menos que vivas "fuera de la red" todos los días, tus sentidos y tu alma son bombardeadas con docenas si no cientos de voces que compiten por tu atención. Somos de lejos la generación más "distraída" jamás viva en la tierra. Dondequiera que giramos el mensaje es: "usted necesita esto", "Esto es lo más importante", o "Mírame."  Ya se trate de cuestiones políticas o sociales, la última receta, o la actualización deportiva, el limitado espacio de nuestra concentración y enfoque se inundan constantemente.

¿Qué podemos hacer al tratar de navegar por un mar de opciones, ideas y demandas? ¿Cómo cultivamos una profunda comunión con Dios en el torrente de distracciones?

Una respuesta puede estar en revivir una antigua disciplina espiritual.

Hay una expresión de la oración y una forma de conectar con Dios que prevalece en las Escrituras, pero que no se practica mucho en la Iglesia evangélica occidental. Se opone al ritmo frenético de la cultura en la que vivimos. En algunas tradiciones religiosas se abraza y celebra, pero en otras se olvida como una práctica anticuada sin relevancia para nuestros tiempos. Aplicable a personas de todas las razas y orígenes, es una expresión de culto de vital importancia que sosiega el alma y abre el corazón a Dios.

Estamos hablando de "la oración del silencio."

Para algunos, esta frase "oración del silencio" puede parecer como un oxímoron. De hecho, la oración sin palabras es a menudo una de las maneras más difíciles y, sin embargo, más fructíferas de orar. El desafío de tranquizar a la mente y sofocar el alma para centrarse en Dios no es único en nuestra era.

El rey David conocía la importancia de esta postura cuando escribió las palabras: "En verdad, mi alma espera en silencio a Dios; de Él viene mi salvación" (Salmo 62:1). Por si fuera poco, unos versículos más adelante añadió: "Espera en silencio, alma mía , sólo en Dios, porque de Él es mi esperanza" (Salmo 62:5). David se estaba recordando a sí mismo, primero, y a los que le rodeaban, después, que guardar silencio ante Dios requiere esfuerzo, pero también produce resultados asombrosos.

Cuando nos tomamos un momento para detener nuestro mundo giratorio, para callar nuestro corazón y mente, y para recordar de dónde proviene nuestra verdadera esperanza, encontraremos nuestra esperanza renovada y nuestros corazones realineados en conexión con Dios.

¿Te sientes perdido en un remolino de distracciones? Esta semana, tal vez incluso hoy, tómate 5 minutos, apaga la tecnología y aquieta tu corazón.

Este simple acto de devoción puede ser justo lo que necesitamos para alinear nuestras vidas con lo que realmente importa.

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